Noviembre de 2024 fue el segundo noviembre más cálido a nivel mundial, después de su antecesor del 2023. Se situó 1,62°C por encima del nivel preindustrial, convirtiéndose en el decimosexto mes de un periodo de 17 meses en el que la temperatura media mundial superó en 1,5°C los niveles preindustriales (1850-1900).
En este punto, es casi seguro que 2024 será el año más cálido registrado, según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) de la Unión Europea.
“Con los datos de Copernicus del penúltimo mes del año, ahora podemos confirmar con virtual certeza que 2024 será el año más cálido registrado y el primer año natural por encima de 1,5°C. Esto no significa que se haya incumplido el Acuerdo de París, pero sí que una acción climática ambiciosa es más urgente que nunca”, comentó Samantha Burgess, directora adjunta del C3S.
Con las altas temperaturas vinieron las olas de calor, los incendios forestales, las inundaciones y la ferocidad de los huracanes. A pesar de los impactos, las negociaciones alrededor de las acciones a tomar para mejorar la situación se caracterizaron por atrincherarse en posiciones que acrecentaron aún más la brecha entre Norte y Sur Global. Los países tomaron pocos acuerdos y se pospusieron discusiones.
Salud fue uno de los temas en que los países no lograron ponerse de acuerdo para lograr un tratado de pandemias que prevenga lo experimentado con COVID-19 en 2020-2021, sobre todo porque los escenarios climáticos auguran una mayor exposición a patógenos.
De dengue y golpes de calor
Este año, América se ha enfrentado a la peor epidemia de dengue desde que comenzaron los registros en 1980, con más de 12,6 millones de casos, casi tres veces más que en 2023, afirmó la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Las cuentas de este año van por más de 21.000 casos graves y más de 7.700 muertes. Argentina, Brasil, Colombia y México concentran el 90% de los casos y el 88% de las muertes.
“El dengue está representando un riesgo mayor de lo normal para los niños”, afirmó Jarbas Barbosa, director de la OPS. Los menores de 15 años representan más de un tercio de los casos graves en países como Costa Rica, México y Paraguay.
En conferencia de prensa, Barbosa atribuyó la situación a eventos climáticos que favorecen la proliferación de mosquitos, la urbanización no planificada, la acumulación de agua y el manejo deficiente de residuos, que generan criaderos.
El más reciente informe mundial de The Lancet Countdown, que da seguimiento a 15 indicadores que muestran el impacto del cambio climático en la salud de las personas, también alertó sobre el riesgo que representan las enfermedades infecciosas, destacando entre ellas al dengue. Según este informe, el riesgo de transmisión ha aumentado un 43% en los últimos 60 años.
La otra gran afectación que destaca el informe tiene que ver con padecimientos asociados al calor. El calor extremo conlleva numerosos riesgos para la salud, como trastornos renales, accidentes cerebrovasculares, resultados adversos en el embarazo, enfermedades cardiovasculares y respiratorias, insuficiencia orgánica y, finalmente, la muerte.
El número de personas mayores de 65 años que murieron por el calor aumentó en un 167% desde la década de 1990, indicó The Lancet Countdown.
Para Jeni Miller, directora ejecutiva de la Alianza Global de Clima y Salud, “este año ha confirmado los crecientes impactos sobre la salud y el bienestar de las personas de un clima en calentamiento”.
Si no se toman acciones, lo vivido en el 2024 podría convertirse en la norma e incluso escalar a un nivel epidémico y, en el peor de los casos, pandémico. Ya lo advirtieron los científicos en el 2022, cuando publicaron metaanálisis que reveló que el cambio climático podría agravar más del 50% de los patógenos humanos conocidos.
En diciembre de 2021, temiendo que la experiencia de COVID-19 volviese a repetirse, los países se comprometieron a trabajar en un tratado que previniera, preparara y diera respuestas a futuras pandemias. Sin embargo, tras dos años de negociaciones, los países siguen enfrascados en los debates, sobre todo en lo que respecta al intercambio de conocimientos (incluyendo el acceso de los agentes patógenos para la comunidad científica y la investigación médica) y el acceso equitativo a los avances médicos, por ejemplo, vacunas. Debido a esto, aún no se alcanza un acuerdo.
“Los países aún tienen trabajo por hacer y acordaron continuar las negociaciones hasta 2025, con el objetivo de alcanzar un acuerdo antes de la próxima Asamblea Mundial de la Salud prevista en mayo”, declaró Anne-Claire Amprou, embajadora francesa y copresidenta del órgano de negociación, en una rueda de prensa realizada en Ginebra (Suiza).
Tres conferencias en un año
Para hacer operativos los acuerdos alcanzados durante la Cumbre de la Tierra, realizada en 1992 en Río de Janeiro (Brasil), los países firmaron tres convenciones: una sobre cambio climático, otra sobre diversidad biológica y la tercera sobre desertificación y sequías. Cada 1-2 años, se reúnen para dar seguimiento a los compromisos y ponerse de acuerdo en los pasos a seguir. Las conferencias de las partes de las tres convenciones coincidieron este año, y lamentablemente también lo hicieron en los pocos resultados obtenidos.
La COP16 de Biodiversidad tuvo lugar en octubre en la ciudad de Cali, en Colombia. Terminó suspendiéndose por falta de quorum y con cuestiones clave por resolver. Una de ellas es la movilización de recursos financieros para garantizar 200.000 millones de dólares anuales para 2030 procedentes de todas las fuentes y reducir los incentivos perjudiciales en al menos 500.000 millones de dólares anuales para 2030. Los países también tienen pendiente evaluar el posible establecimiento de un instrumento de financiación mundial para la biodiversidad, diseñado para movilizar y distribuir la financiación de forma eficaz.
El otro gran tema que quedó pendiente fue el marco de seguimiento del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal. Tampoco se acordó un mecanismo de planificación, seguimiento, presentación de informes y revisión. Lo mismo pasó con decisiones sobre temas como la cooperación con otras convenciones y organizaciones internacionales, el programa de trabajo plurianual de la convención y la adopción de los informes finales de la COP16, el Protocolo de Cartagena y el Protocolo de Nagoya.
Debido a ello, los países reanudarán las negociaciones del 25 al 27 de febrero de 2025 en Roma (Italia). “En las próximas semanas, y durante nuestra reunión de febrero, trabajaré junto a las Partes para generar la confianza y el consenso necesarios para alcanzar la Paz con la Naturaleza, garantizando que los objetivos y metas del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal se traduzcan en acciones tangibles”, declaró Susana Muhamad, ministra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia y presidenta de la COP16.
“Garantizar una financiación adecuada y predecible será fundamental para nuestros esfuerzos, permitiendo un cambio transformador para la biodiversidad y garantizando al mismo tiempo beneficios para las comunidades y los ecosistemas”, agregó.
Precisamente, el dinero fue un tema particularmente polémico en las negociaciones, a causa de las incertidumbres políticas y económicas. Los negociadores, en su mayoría divididos entre bloques de países pobres y ricos, se encontraban estancados en la mayor exigencia: desarrollar un plan de financiamiento.
“Es una señal negativa que repercutirá en las demás negociaciones medioambientales de finales de año (clima, plásticos y desertificación), porque pone de manifiesto un profundo desacuerdo sobre la posibilidad política y técnica de realizar transferencias Norte-Sur”, dijo Sébastien Treyer, del centro de investigación Iddri, a AFP durante la COP16.
Tan solo un mes después, el desarrollo de los acontecimientos terminó dándole la razón a Treyer.
En noviembre, los negociadores se trasladaron a Bakú (Azerbaiyán) con motivo de la COP29 de Cambio Climático. La cuestión a resolver era: ¿Cuánto dinero deberán aportar el grupo de 23 países desarrollados y la Unión Europea, señalados en 1992 como responsables históricos del cambio climático, a las naciones en desarrollo?
Los países en desarrollo pedían entre 500.000 millones y un billón de dólares. Al final, los países desarrollados acordaron desembolsar 300.000 millones de dólares anuales de ahora a 2035. El acuerdo prevé que la contribución de países ricos provenga de sus fondos públicos, completados con inversiones privadas que movilizan o garantizan, o de fuentes alternativas, es decir, eventuales tasas mundiales que todavía se están estudiando (a las grandes fortunas, aviación, transporte marítimo, etc.).
La negociación no fue nada fácil y el resultado dejó un sinsabor en el Sur Global. “Esperan de nosotros (los países del sur) que tengamos compromisos climáticos ambiciosos, pero con 300.000 millones (de ayuda climática) es totalmente irrealista”, denunció la delegación nigeriana al cierre de las negociaciones.
“Con la ayuda de una presidencia incompetente, los países desarrollados han vuelto a eludir sus obligaciones y han dejado que los países en desarrollo asuman los costos. Brasil ahora enfrenta otra tarea monumental para la COP30: asegurar un aumento en el financiamiento y reconstruir la confianza entre las naciones”, dijo Claudio Angelo, coordinador de Política Internacional en el Observatório do Clima (Brasil), a AFP.
La COP16 de Desertificación se realizó, a inicios de diciembre, en la ciudad de Riad (Arabia Saudita) y terminó sin que los países llegaran a un acuerdo vinculante. Un delegado de un país africano afirmó que los representantes de este continente querían un protocolo vinculante, por el que se impondría a los gobiernos la obligación de contar con planes para afrontar las sequías y el problema de la desertización.
Otros dos participantes, quienes pidieron anonimato, comentaron a AFP que los países desarrollados no estaban a favor de dicho protocolo, y abogaron más bien por un “marco”, opción que los países africanos estimaron insuficiente.
“Las partes necesitan más tiempo para acordar la mejor manera de avanzar”, se limitó a decir Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de Naciones Unidas sobre la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés), en su discurso de cierre. En otras palabras, la discusión continuará en la COP17 a realizarse en Mongolia en 2026.
Otro proceso que debía concluir en acuerdo en este 2024 es el referido al tratado sobre plásticos. El proceso de negociación evidenció la existencia de dos grupos cuyos intereses, al final, no pudieron conciliarse.
Uno de ellos, integrado por una mayoría, aboga por un acuerdo que contemple todo el ciclo de vida del material y, por tanto, limite la producción de nuevos plásticos, prohíba ciertos químicos que son dañinos para la salud ambiental y humana, y también acabe con los plásticos de un solo uso. El segundo grupo, más pequeño e integrado por países productores de petróleo, tenían una postura que pedía que el texto del tratado solo debe contemplar el reciclaje y la gestión de residuos.
La reunión, realizada a finales de noviembre en la ciudad de Busán (Corea del Sur), finalizó sin acuerdo, pero con la promesa de reanudar las negociaciones en 2025.
Audiencias de la CIJ
A partir de una propuesta formulada por Vanuatu, los países acordaron pedir una opinión consultiva a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que busca dar respuesta a dos grandes preguntas.
La primera es qué obligaciones tienen los Estados en virtud del derecho internacional respecto a la protección del sistema climático de la Tierra contra las emisiones de gases del efecto invernadero.
La segunda es cuáles deben ser las consecuencias jurídicas de estas obligaciones dado que los Estados, “por acción o por omisión, han causado daños importantes al sistema climático y a otros elementos del medio ambiente”.
Por esa razón, durante los primeros 10 días de diciembre, los jueces de la CIJ escucharon a los países y organizaciones con motivo de la realización de las audiencias públicas.
Las audiencias -que varios analistas describieron como una batalla de David contra Goliat- mostraron las divisiones entre los principales responsables de las emisiones que provocan el calentamiento global y los países que más sufren las consecuencias del cambio climático.
La mayoría de las grandes economías -incluidos Estados Unidos, China e India- argumentaron que la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) es suficiente como instrumento. Sin embargo, los países más afectados sostienen que este marco es insuficiente para frenar la devastación causada por el cambio climático y por ello piden recurrir a otras herramientas del derecho internacional.
Si bien una opinión consultiva de la CIJ no es vinculante, otros tribunales pueden basarse en ellas para sustentar sus fallos. En este sentido, una opinión consultiva sólida en el tema climático puede guiar la acción.
Para Nikki Reisch, directora de la división de clima y energía del Center for International Environmental Law (CIEL), el pronunciamiento de los jueces “resonará en todo el mundo”.
“Esta es una oportunidad para que la Corte rompa con la impunidad que vimos durante décadas y afirme las bases para que se rindan cuentas”, declaró Reisch a AFP. “No se trata sólo de pagar compensaciones por el creciente costo del cambio climático. Se trata de reformas estructurales, cancelación de la deuda, restauración de los ecosistemas”, continuó.
¿Qué nos espera en 2025?
Aparte de la confirmación del 2024 como el año más cálido desde que se llevan registros, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ya anunció que a nivel mundial se espera un evento de La Niña, el cual se desarrollará probablemente en los tres próximos meses (probabilidad del 55%).
Será “corto y de baja intensidad”, e insuficiente para compensar los efectos del calentamiento.
“El año 2024 comenzó con El Niño y está a punto de convertirse en el año más cálido jamás registrado”, afirmó la secretaria general de OMM, Celeste Saulo, en un comunicado. “Incluso si el fenómeno de La Niña, conocido por enfriar temporalmente el clima, se manifiesta, no será suficiente para contrarrestar el calentamiento inducido por los niveles récords de gases de efecto invernadero”, advirtió.
En general, La Niña produce variaciones climáticas a gran escala opuestas a las relacionadas con El Niño. El fenómeno corresponde a un enfriamiento de gran envergadura del agua superficial en el centro y este del Pacífico ecuatorial, asociado a variaciones de la circulación atmosférica tropical, por ejemplo del viento, la presión y las precipitaciones.
La OMM recuerda que los fenómenos climáticos de origen natural, como La Niña y El Niño, se sitúan en “un contexto más amplio de cambio climático” relacionado con las actividades humanas, “que hace que suban las temperaturas mundiales, acentúa las condiciones meteorológicas y climáticas extremas y modifica los regímenes estacionales de precipitaciones y temperaturas”.